“Si has sentido la llamada del Espíritu Santo, trata de ser santo con toda tu alma con todo tu corazón y con todas tus fuerzas.
Pero si por humana debilidad, no consigues ser santo, procura entonces ser perfecto con toda tu alma, con todo tu corazón y con todas tus fuerzas.
Mas si, a pesar de todo, no consigues ser perfecto, por culpa de la vanidad de tu vida, intenta entonces ser bueno con todo tu corazón, con todas tu alma y con todas tus fuerzas.
Si, con todo, no consigues ser bueno, debido a las insidias del maligno, trata entonces de ser sabio con todo tu corazón, con toda tu alma
y con todas tus fuerzas.
Si, al final, no consigues ser santo, ni perfecto, ni bueno, ni sabio, a causa del peso de tus pecados, procura entonces llevar esta carga delante de Dios y pon tu vida en manos de la Divina Misericordia.
Si haces esto sin amargura, con toda humildad y con jovialidad de espíritu, movido por la ternura de Dios, que ama a los ingratos y a los malos, entonces comenzarás a sentir lo que es ser sabio, aprenderás en que consiste ser bueno, lentamente aspirarás a ser perfecto y, finalmente, anhelarás ser santo".
Oración de un hermano Franciscano